Después de escuchar el clic
del broche, se apresuró en recordar su paseo.
Se dirigió calle abajo, le
fascinaba la arquitectura de los edificios del sector, era su deseo recorrerla
en soledad.
Tanto como pudo contempló grietas, texturas, colores, formas,
incluso tomó el aroma de un adoquín.
No supo cuanto tiempo duró aquella
experiencia, pero se enteró cuando llegaba el final. El alerta fue el sonido de
los tacones de su dueña acercándose, quien al detenerse, la tomó, la frotó contra
su blusa y luego la dejó en el elegante estuche que reunía a las otras perlas
del collar roto.